‘Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero yo estoy seguro de que estamos hechos de historias’, decía Eduardo Galeano, y ésta es la historia de Avril en la Ría.
Después de toda una vida dedicada a la venta de alta perfumería, Christine tuvo que dejar su trabajo por una grave enfermedad. Durante su convalecencia, recibía visitas de familiares y amigos, y cuando salían a tomar un café no encontraba ningún sitio especial. Cafeterías, terrazas…lo habitual.
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Durante esos paseos, a menudo caminaban cerca de un antiguo refugio en Mogro, y para llenar el tiempo y ocupar su mente Christine imaginaba lo que haría allí si pudiera abrir un café, en ese lugar mágico, de cara a la ría, sobre la alfombra verde del campo, y mirando de reojo al sol del atardecer.